Él se quedó mirándola, un poco sorprendido por la rabia que reflejaba su rostro. Intentó pasarle un brazo por los hombros, pero ella se apartó de él, volviendo la cabeza bruscamente y encogiéndose sobre sí misma. Se dio cuenta de que había estado llorando. Era evidente que había tratado de disimularlo, secándose los ojos y lavándose bien la cara con agua del río. Pero a él no podía engañarlo. Con un suspiro, la abrazó, venciendo la débil reistencia de ella.
-¿Qué te ha hecho esta vez? -le preguntó en voz baja.
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