-Hay más -susurró; tragó saliva-. Tu presencia... tu contacto... me vuelve loca -confesó-. Si vuelves a acariciarme como lo has hecho antes, perderé el control -añadió, enrojeciendo todavía más.
-Lo sé -respondió él, sonriendo enigmáticamente-. Cuento con ello. Pero yo sí que puedo mantener el control, y ya te he dicho que respetaré tus límites. Llegaré sólo hasta donde tú quieras llegar. ¿te fías de mí?
Ella lo miró largamente.
-¿Puedo fiarme de ti?
-No deberías -replicó él, muy serio-. Pero puedes.
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