túdedesayuno.

túdedesayuno.

sábado, 8 de agosto de 2009

hoy somos tú y yo y en el pasado quedó lo que un día fuimos.


Quedamos por casualidad. Diversas circunstancias hicieron que nos encontráramos esa noche en aquel parque, el parque de siempre. Entre risas nos contamos lo patético de nuestra noche, demasiadas anécdotas curiosas, risas... y lo siguiente que recuerdo era su boca jugando en mi cuello, sus dedos enredándose en mi pelo, mis manos acercándole con fuerza, besos con demasiada pasión imposible de contener. Intentamos frenarnos varias veces. Aquello no estaba bien. No. No estaba bien. Creo que el sentir aquello lo hacía todo más apetecible, más llamativo. Mi lengua se deslizaba desde tu hombro hacia tu oreja. Me encanta cuando se te acelera la respiración... Tus dedos apretaban con fuerza mis muslos. Mientras, mis manos acariciaban tus pezones, mi lengua seguía jugando contigo. No recuerdo si había alguien cerca. Tampoco me importaba. Me agarraste de la cintura y me acercaste a ti. Te miré con esa cara mientras me mordía el labio sin apenas percatarme. Aquello te desató. Me agarraste con más fuerza, cosa que me volvió casi del todo loca. Me levanté, acerqué mi escote a tu cuello y lo besaste, dejaste que tu lengua se deslizara entre ellos. Cogiste mi culo con fuerza y me pusiste sobre ti. Nos miramos. Me dijiste que todo aquello estaba mal, que no deberíamos. Aún no entiendo el porqué. Sólo son juegos. No hay porqué sacarlos de ahí. Jugamos, nos divertimos y luego rutina. Te dije que te dejaras de tonterías. Te besé la nariz y bajé lentamente hacia tu cuello, con pequeños mordisquitos. Mis manos se deslizaban desde tu pelo hasta tus pezones. Más tarde bajaron por tu vientre hasta llegar al borde del pantalón. Temblaste. Sabes que me encanta que lo hagas. Que llegues al límite. Que tus ojos me rueguen que haga algo más pero, a la vez, que no pare. Te desabroché el pantalón, bajé la cremallera. Te sentí. Te besé. Mis labios se despegaron de los tuyos y bajaron poco a poco. Notabas como mi respiración se acercaba cada vez más a ella. Te la saqué. Pero no duró mucho fuera... Mi boca se adueñó de ella. Mi lengua recorría cada centímetro, mis manos acariciaban el resto. Tu espalda se despegaba de banco. Banco en el que habíamos comenzado la noche con risas. Quién iba a imaginar... Mi boca cada vez se movía más rápido. Tú temblabas más. Querías más. No sabías ni el qué, pero querías más. Salió de mi boca. Me puse encima de ti moviendo las caderas. Me mirabas. Conozco esa mirada. No eres capaz de pensar. Y sabes que eso me encanta. Me desabroché el sujetador y lo dejé caer a tu lado. Metiste la mano debajo de mi falda, ¡increíble! llevaba falda. No era casualidad, pero tú eso no lo sabías. Me notaste húmeda. Muy mojada. Tus dedos entraron en mí sin pensártelo mucho. Rápido. Con movimientos confiados. Sabías cómo hacerlo. Creo que todo se te ha dado tan bien siempre porque confiabas en ti. Me gusta que hagas las cosas por diversión. Disfrutamos más los dos. Me levanté. Me agarraste de las caderas y me llevaste hacia ti. Me senté con mi espalda en tu pecho. Te notaba cerca de mí. Me aparté las bragas. Tu cara lo dijo todo. Entraste en mí. Rápido. Sin pensarlo. Una y otra vez. Los gemidos salían de mi boca por más que me mordía el labio. Me encanta notarte libre dentro de mí. Que no pensemos. Que sólo disfrutemos. Que en ese momento sólo respiremos las ganas de disfrutar. "Fóllame..." era lo único que podía decirte al oído, con cada gemido crecías más dentro de mí. Me encanta eso. Casi tanto como notar como crece en mi boca. Tus dedos se deslizaron por debajo de mi falda y me acariciabas a la vez. No recuerdo sensación más brutal. Notaba tus espasmos debajo de mí. Me encantas. Llegaste. Lo noté, pero no me dio tiempo a asimilarlo. Me levantaste. Me tumbaste y tu lengua me recorrió desde las rodillas hasta el corazón. Tu lengua se movía haciendo los movimientos perfectos. Grité. No pude evitarlo. Sin duda alguna, insuperable. Bendita amistad.

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