
antes me gustaba la soledad, la solía echar de menos cuando alguien pretendía hablarme de verdad. hubo muchos días en los cuales me arrepentí de no haber escuchado a los que me prevenían de su fuerte poder de adicción. pero aquello era imposible, la soledad era dolor, ¿cómo habría de llegar a gustarme? poco después, estudié mis costillas rotas, las cicatrices que se habían curado sobre besos de estrellas, mi pelo sin distancias medidas, mis manos tristes que acariciaban las heridas que tenía abiertas en los otoños sin final feliz, sin final. entonces, comprendí que yo quería eso y dejé de comprenderme. de pronto, empezaron a aparecer sonrisas que no eran las mías. yo no entendía de donde venían. de otras bocas, por supuesto. y esas bocas destilaban las palabras te voy a salvar. pero yo nunca creí en los tiempos verbales en futuro. el caso es, que acabé acostumbrándome a las mentiras, a aquella falsa compañía, a las promesas, al ácido que estas traían para mis heridas. y volví a quedarme sola precisamente cuando no podía estarlo.-tranquila, ahora estoy contigo. yo nunca te dejaré.-precisamente ese es el problema. que ahora que vuelvo a tener a alguien que me mienta en futuro me apetece volver a quedarme sola. y yo ya no sé que soñar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario