esa noche dormí poco, me comían las ganas de dejar los sentimientos sueltos por Granada y no sé qué será lo que cubre de magia, quizá sea el aire de Sierra Nevada o esa fragancia a geranio de cada balcón...
y comprendí que siempre he querido vivir en un carmen de esta ciudad, mirando la Alhambra, sentado en San Nicolás. Y allí entendí, que es fácil sentirse feliz, que nunca quisiera marchar, ya pienso en día en el que pueda regresar...
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