
Ese año se llevarían los tonos metalizados con ligeros retoques color malva. Ella llevaría los ojos de serpiente que le regaló su madre de un verde que era una mezcla entre azafrán y amarillo pollo. El vestido metalizado quedaría genial con su tono de piel color tierra y sus zapatos rojos serían adornados con un lazo rosa-fucsia único para la ocasión. El lazo de los zapatos quedaba fantástico con sus ideales guantes de raso del mismo color.
Los sentimientos se quedarían en el asiento trasero de su coche y La Señorita Fantasía, acompañada de la Señorita Ilusión serían sus compañeras de viaje hasta llegar al lugar señalado.
Una vez allí, bailaría con ellas y bebería con el Señorito Deseo. El Señorito Deseo era el más rico de la fiesta. Sus innumerables riquezas superaban su belleza, algo casi increible. Era tal el atractivo del joven que, aún con su corta edad, había tenido inimaginables romances.
El Señorito Deseo llevaba enamorado de ella desde críos, pero como siempre había reído tanto con su amigo Alegría, le daba miedo dejarlo salir.
Al cabo del tiempo su salida fue inevitable, y en aquella fiesta saltaron tales chispas entre los dos que incluso la Señora Pasión tuvo celos de ambos.
El Señorito Deseo me descubrió un mundo nuevo del que no quiero salir.
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